veo una mujer blanca sentada
en una banca. Luce desolada,
ajena al vaivén de la raza humana.
Su fina estampa prende mi mirada:
vestida de rojo con flores blancas,
con zapatos y cartera de marcas,
peinado de moda y maquillada.
Cubre sus ojos con gafas oscuras
intentando ocultar el dolor mortal
de sus sentimientos en lucha campal
naufragando en sus horas más duras.
En la distancia, parece que llora.
La veo inquieta, como queriendo
gritarle a quien pase sonriendo
las desventuras de su alma opresora.
Sigo avanzando... estoy intrigado...
vuelvo mi cara buscando un indicio
si lo que he visto es algo ficticio
o de facto un corazón destrozado.
Y de la nada llega su amante...
caminaba despacio, parecía
prudente, más ella lo maldecía
y su llanto se hizo impactante.
Y él mantuvo su rostro rígido
con su mirada siempre al frente
como un reo que está consciente
de los dolores que ha inflingido.
Y hablaron. Yo ví que ellos hablaron
y del llanto germinó una sonrisa
y un abrazo y un beso sin prisa
en la mañana cuando ellos hablaron.
Washington DC
31JUL013
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